El valor transformador de una experiencia de aprendizaje presencial en las organizaciones

Las experiencias de aprendizaje presenciales tienen el poder de movilizar a los participantes de una manera que trascienda lo académico o informativo. Son verdaderos catalizadores de transformación individual y colectiva. Cada componente se piensa cuidadosamente para construir un entorno seguro, estimulante y significativo, a fin de poder vivir una experiencia memorable.
Cuando se logra crear un marco idóneo para estos encuentros, se potencia la conexión genuina entre colaboradores, generando momentos que impactan tanto en el plano emocional como en el profesional. Son espacios que promueven la apertura, la escucha y la reflexión profunda, habilitando conversaciones que rara vez ocurren en otros contextos laborales.
Una experiencia de aprendizaje presencial bien diseñada permite vincular el conocimiento con la práctica, la razón con la emoción y la teoría con los valores que guían las decisiones diarias. A través de la colaboración, emergen otras miradas, se fortalecen vínculos y se cultivan habilidades como la empatía, el pensamiento crítico y la toma de decisiones conscientes.
La evidencia lo respalda: según datos de la Association for Talent Development (ATD), los procesos de formación con experiencias presenciales y participativas incrementan en un 65% la retención del contenido aprendido. Además, cuando se utilizan dinámicas colaborativas como juegos de rol, análisis de casos o simulaciones éticas, los niveles de engagement y apropiación de los conceptos aumentan significativamente.
Casos recientes que reflejan el poder de las experiencias de aprendizaje presenciales
Estamos convencidos de que no se trata sólo de aprender lo que dice un código de conducta, sino de entender cómo ese código se conecta con cada realidad, dispara decisiones reales, evidencia zonas grises y nos presenta oportunidades diarias de elegir lo correcto.
Una muestra clara del impacto de nuestras experiencias de aprendizaje presenciales pudimos vivirla el pasado 25 de junio, cuando facilitamos un entrenamiento estratégico en cumplimiento, integridad y liderazgo junto al equipo directivo de EOMMT. Esta vivencia nos regaló conversaciones sinceras y reflexiones profundas con el objetivo de reforzar la cultura ética desde la cima de la organización.

También tuvimos el orgullo de poder acompañar a la Universidad Técnica Particular de Loja, Ecuador, durante cinco sesiones diseñadas especialmente para alta dirección y mandos medios.
En ese encuentro trabajamos sobre normativa de compliance, reputación corporativa, las ventajas competitivas de hacer lo correcto y casos reales de éxito y fracaso. Pero lo más potente fue la forma en que todo eso se vivió: con dinámicas lúdicas, participación activa y conversaciones sinceras. Más de 1.200 personas compartiendo la misma convicción: la integridad no se enseña, se practica.


Desde TOTH diseñamos cada experiencia de aprendizaje presencial para impactar en la cultura organizacional
Desde TOTH venimos acompañando la construcción de culturas éticas con la convicción profunda de que el Compliance se entrena, se conversa, se cuestiona y se vive. No creemos que existan fórmulas únicas para este proceso, diseñamos diferentes propuestas que van más allá de lo instructivo, con el propósito claro de consolidar una comunicación asertiva y construir un camino en pos de la cultura de cumplimiento de cada compañía.
Este tipo de propuestas son testimonios concretos del valor de construir momentos donde el cumplimiento deja de ser una exigencia externa para convertirse en un compromiso compartido. Porque cuando una organización se detiene a pensar en voz alta, a mirar sus prácticas, revisar sus decisiones y abrir espacios donde todas las voces cuentan, algo poderoso empieza a pasar: el compliance se vuelve cotidiano y lo cotidiano es lo que transforma la cultura.